De la broma al miedo a la aceptación y de vuelta: la historia drag en el cine paralela a la realidad
El fenómeno drag es un movimiento, una estética y una historia o, mejor dicho, varias.
El drag debe diferenciarse del travestismo, de la imitación femenina y de la transexualidad. La transexualidad y transgénero se refiere a personas que no se identifican con el género que se les asignó al nacer. El travestismo se define como la práctica de vestirse con la ropa contraria a la que se esperaría de una persona por su género y con lo cual, con su rol. El travestismo puede darse como experimentación de una persona con su presentación de género. La imitación femenina intenta representar lo más fielmente posible una mujer, con objetivos de hacerse pasar por una. El drag, por otro lado, es un término más grande y a la vez, más acotado. El drag debe ser hecho artísticamente. Vestirte en drag significa hacerlo con el objetivo de expresar algo, hacer sentir. Una drag queen puede vestirse de manera cómica para producir risa, o hacer una performance poderosa para denunciar el mal trato a la comunidad queer — ambas son arte.
Teniendo ya el drag definido como un arte, podemos trasladar esto al cine. Siempre que veamos a una persona vestirse con la ropa que no pertenece al rol que se le ha impuesto en el cine, se tratará de drag. No importa si el personaje se viste de esta manera por otra razón, como mentir, escapar, luchar en la guerra… Si tiene lugar en una película, ha sido elegido por una razón, para transmitir algo, es decir, es el arte en la expresión de género, y con lo cual, es drag.
Empecemos entonces con las primeras instancias del drag en el cine, y como no podía faltar en ningún ensayo sobre cine, hablemos de Alice Guy. Las consecuencias del feminismo es una película de 1906 dirigida por Guy. La trama nos cuenta sobre un mundo donde los roles de género están invertidos y con lo cual, la opresión ocurre de mujeres a hombres. Aquí vemos el drag en todos los sentidos: no solo son hombres vestidos de mujer y viceversa, sino que tienen una actuación muy exagerada y amanerada, riéndose de las expectativas que se tienen de ambos géneros.
Por esta línea seguimos con Charles Chaplin, los hermanos Marx y demás genios. Chaplin se travistió para varios de sus cortos, como The Masquerader (1914) o A Woman (1915). En ambas muestra el transformismo como una herramienta cómica, donde el personaje no ve otra opción si no disfrazarse de mujer para conseguir trabajo o salvarse de un castigo.
El drag era visto como un chiste fácil, recurrente y barato. ¿Por qué al humano le provoca risa un hombre vestido de mujer? La respuesta yace en el machismo. Los roles de género instaurados por el patriarcado denominan a aquel que debe ser fuerte, no sentir, ser monótono, vestir traje, beber whisky y trabajar fuera al hombre. Por otro lado, la mujer es inferior, y todo lo femenino también, por norma. La mujer debe sentir mucho, ser sumisa, seductora y coqueta, vestir largos vestidos o batas, cuidar lo que le importa. Cuando en un filme vemos una mujer sin sentimientos que fuma, sin duda somos conscientes de que no es lo común, pero no nos llama especialmente la atención porque la categorizamos como una persona fuerte, no alguien ridículo. Hoy en día es común ver mujeres en traje. Por otro lado, si vemos a un hombre muy expresivo, de movimientos suaves, algo cerrado, quizás con el pelo largo o la cara redonda, sin vello facial… Produce humor. Nuestro cerebro, que está programado con todos los pensamientos patriarcales, piensa “¿por qué alguien se pondría en esa posición de debilidad a posta?”. Por eso, el travestismo de mujer a hombre ha sido representado para darle un objetivo noble a la protagonista, como por ejemplo luchar en la guerra, mientras que el travestismo de hombre a mujer se ve como una forma de engaño injusto. El feminismo lucha no solo por los derechos de la mujer, si no por el derecho a la feminidad. Hoy en día se le intenta dar otro punto de vista a todo lo rosa, aún así, no todos son capaces de ver a un hombre con falda sin soltar una carcajada. La popularización del drag ha ayudado a esto.
Por si la ridiculización no era suficientemente mala representación del transformismo, algunas películas optaron por el terror. Alfred Hitchcock vistió a Norman Bates de mujer en Psicosis, en 1960, pero mucho antes, en 1933 ya vimos su primer asesino con peluca en Asesinato. El personaje Handel Fane es un actor y trapecista que se viste en drag para sus actuaciones en el teatro y circo. Además, fuera de sus roles también tiene una notable “pluma” y una voz algo aguda y nasal. Ocurre un asesinato por el que se culpa a Diana Baring, una mujer bella e inocente. El verdadero culpable es este vicioso y embaucador artista que intentaba mantener un secreto sobre su etnia para que su reputación no quedara manchada en el mundo del espectáculo. No es necesario entrar en por qué una drag queen asesina no es muy buena representación en ese momento en el que ya estaba lo suficientemente estigmatizado, pero me gustaría hacer hincapié en por qué se hizo así. La duda surge sobre qué es exactamente de un hombre travestido que provoque terror en la audiencia. Se podría decir que el drag es una máscara para el autor del asesinato, algo que obstruye la verdadera identidad del criminal. Solemos tener miedo de lo desconocido, pero para Hitchcock sin duda significa algo más. La realidad es que la comedia y el terror están a un paso: lo que produce una risa nerviosa no es un chiste sino el miedo de que no se trate de uno. Los personajes masculinos transformistas en las películas de Hitchcock caminan sobre esta línea elegantemente.
Tras estas representaciones uno o una no ve otra opción que mirar más a fondo en el tema, intentando encontrar un punto de vista más acorde con el suyo. Ed Wood, el infame director, se travestía, así que se puede imaginar que su punto de vista sobre este tema debe ser más acertado. En su filme Glen o Glenda (1953) habla del género, de la presentación, los valores de lo femenino y lo masculino, las ropas y la transfobia. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la película tiene dos mensajes opuestos. Durante la primera mitad de la película, narrada al estilo documental, el director defiende el hecho de que un hombre se vista como una mujer o incluso que se identifique como tal, utilizando de ejemplo al personaje Glen/Glenda. Sin embargo, el final nos deja con un mensaje más ambiguo y amargo sobre que “Glenda” realmente es solo un personaje creado por la mente de Glen a partir de los traumas de su infancia, y que ese personaje puede ser “matado”, su “vicio” puede ser “curado” a través del amor de su mujer, Bárbara. La interpretación que se le puede dar a esta película para que no cause daño al público es que se trata de la experiencia personal de Wood con su género, no una moraleja generalizada. Esta teoría me es respaldada en la película al ser el personaje de Glen/Glenda interpretado por el propio Ed Wood. Esta película es muy interesante pero no me gustaría centrarme en ella más que en su director pues la discusión gira en torno al drag, no la transexualidad. Los nombres Glen y Glenda aparecieron en otras obras de Ed Wood, como en sus libros Black Lace Drag (1963) y Death of a Transvestite (1967), y en la portada de esta última y de Drag Trade (1967), aparece el propio Ed Wood en drag. Las sinopsis de estos libros se parecen más a las historias cómicas que más tarde vemos representadas con drag queens en la época del auge.
Antes del auge, sin embargo, nos encontramos con Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959). Es un clásico indiscutible, pero también una representación muy básica del hombre travestido, a primera vista nadie pensaría que se puede añadir más de esto que de los cortos de Chaplin. Sin embargo, se debe pausar aquí la discusión para mencionar la importancia del mensaje final que se cortó finalmente del filme. Con un poco de investigación se puede encontrar el guion original de la película. Tras la famosísima frase “nadie es perfecto”, el guion sigue tal que así: “Jerry mira a Osgood, que sonríe de oreja a oreja. Pone su mano contra su frente. ¿Cómo va a salir de esta? Pero esa es otra historia, y no estamos seguros de que el público esté preparado para ella”. Wilder nos avisó de que era un comienzo de una comedia romántica, de un hombre al que no le preocupaba esos “aspectos técnicos” de su pareja, que le quería tal y como era. En esta película más de un personaje se encuentra a sí mismo gracias al drag.
Separándonos de Europa y Estados Unidos, Bara no Sôretsu (Toshio Matsumoto, 1969) presenta la escena travesti de Tokyo. En Japón, los kyabakura son un tipo de clubs con personal mayoritariamente femenino. Las mujeres dan conversación de manera coqueta a los clientes, sirven su bebida y por lo general fingen interés en el cliente para ganar más dinero. La película nos sitúa en un club kyabakura cuyos empleados son hombres travestidos. La trama es una interpretación de Edipo Rey, donde nuestro protagonista, Eddie, mata a su madre, tiene relaciones sexuales con su padre y termina hiriéndose los ojos. El filme nos muestra el trato a los hombres travestidos en el día a día, como el acoso sexual, el constante miedo que sufren mientras pasean en grupo, la dificultad de mantener una relación romántica… El título se traduce como Cortejo fúnebre de rosas, que es un juego de palabras, pues “rosa” en japonés es un término insultante contra las personas homosexuales. La película tiene toques psicodélicos, con cortes extraños y secuencias de tomas inconexas, intercaladas entre entrevistas a varios personajes: interrogando a hombres travestis sobre su identidad, su estado y sobre qué piensan acerca de la comunidad a la que pertenecen. En estas escenas se nos da a entender la identidad y expresión sexual de cada entrevistado. Algunos son un claro ejemplo de mujeres trans, personas que desean vivir felizmente siendo reconocidas como lo que son. Otras son personas que simplemente se sienten cómodas presentándose de manera femenina, sin sentir realmente una identidad de género opuesta a la asignada. Esta película es una revolución en todos los sentidos.
Antes de entrar en The Queen (Frank Simon, 1968), la primera obra de las que hablaré que trata directamente sobre la escena drag, es necesario situar en el contexto.
En Nueva York, sede de la moda, considerada más liberal, surge una escena drag muy importante. Hasta hoy en día sirve esta clasificación de muestras del drag. La más extendida son los shows en bares y discotecas: alrededor de parte del mundo puedes entrar en una pub LGBT-friendly donde las intérpretes drag muestran su talento en el baile, el canto, el lip-sync (o playback), la comedia o una combinación entre estos y más. Otra manera donde se ha mostrado el drag es en la cultura ballroom, la escena pionera en EEUU. Ya se ha mencionado el club Hamilton Lodge de Nueva York, donde se celebraban bailes de salón donde se permitían parejas de baile del mismo sexo. La importancia de esta cultura yace en su inclusión de los individuos negros y latinos, que forjaron y lucharon por la comunidad como se conoce hoy en día. La tercera escena histórica en la historia del drag son los pageants. Estos concursos están basados en los certámenes de belleza como el conocidísimo Miss Universo.
The Queen nos sitúa con Flawless Sabrina, la drag queen pionera de la escena pageant. Ella fue la organizadora de estos concursos en sus inicios en los sesenta. Este documental tiene especial importancia en la historia porque para muchos fue su primer contacto con el término “drag”. A través de conversaciones triviales que las reinas tienen mientras se preparan, clarifican muchos puntos que la gente no solía entender de estas artistas. Por ejemplo, todas dejan claro que no se cambiarían de sexo, aunque tuviesen el dinero y los medios, porque quieren vivir como hombres y separar el espectáculo de su vida personal. Vemos problemas dentro de la propia comunidad a los que no se les da el foco que se merece: por ejemplo, la concursante Billie decide a última hora no participar en la categoría de traje de baño, por razones que tristemente la película no explora. Vemos el lado bonito de estos concursos, cómo las intérpretes congenian, aman la una a la otra y se apoyan. Por otro lado, vemos el lado atrevido y luchador que trae el estrés de la competición. La denominada “tercera subcampeona” (es decir, cuarto puesto) Crystal LaBeija insulta a los jueces y tiene una horrible reacción a la ganadora. Esta película transmite sentimientos crudos y agridulces, pero lo más importante es que se enseñaran. Esta cinta muestra al fin Drag Queens explícitamente, no personajes travestidos, ni lo que fuera la maraña sexual de Glen o Glenda, sino Drag Queens en mayúsculas, personas cuyo oficio y vocación se basa en el espectáculo drag.
Una figura muy influyente para la entrada del drag en el cine es John Waters. Este director sin duda tiene un espacio en su corazón reservado para todas las personas que el mundo ha etiquetado de anormal, de monstruo, de atracción de circo. John Waters no elimina las cualidades que se consideran negativas, de hecho, te las muestra en primer plano, pero a la vez todos sus filmes tienen una calidez, por su cinematografía, por su música y por su comedia. En Mondo Trasho (1969), que como el nombre indica es una película del género shockumentary, vemos personaje variopintos como una oficinista cocainómana o un stalker con fetiche de pies, y Divine hace su debut con un papel que llega al nivel. Divine es la drag queen protagonista en seis películas de Waters, entre ellas Pink Flamingos (1972). Su papel tan atrevido en estas cintas y en su carrera musical fue revolucionario. Aunque no se consideraba activista, su imagen pública y su valentía era un mensaje político de por sí. Divine fue un personaje creado exclusivamente para los filmes de Waters que acabó saliendo de la pantalla y los rodajes, convirtiéndose en una influencia que corre por las venas de todas las artistas drag hoy en día. Un ejemplo muy reconocido de lo que ha inspirado se puede ver en La sirenita (1989) de Disney: el personaje de Úrsula, la villana principal, está basado en Divine.
Estas películas de John Waters son perfectas para entender lo que es una drag queen. En estos filmes vemos el personaje de la drag queen, es decir, al actor Harris Milstead actuando de Divine, haciendo lo que su personaje drag haría, apoyado por la dirección de John Waters. Esto aclara que el alter-ego artístico de las intérpretes es un personaje, con otra voz, otra manera de andar, otra historia que contar. Multiple Maniacs (1970) y Female Trouble (1974) cuentan con sinopsis que denotan a Divine como un personaje exageradamente malévolo, asesino y criminal. A diferencia de la imagen que Hitchcock daba de los travestis como asesinos, esta representación es tan sumamente ridícula e increíble que no es posible que llegue un mensaje homófobo o tránsfobo. En cualquier caso, parece más bien una parodia a estas creencias y estos miedos injustificados que se tienen a las personas no conformistas.
El género es una performance, una máscara que se pone para el público. Las gentes intentarán convencer a alguien de que sus cromosomas le harán ser un hombre para siempre, pero al ponerse ropa ajustada se convierte mágicamente en una chica. Las normas del género con el que se identifica una persona son siempre variables. Cambian con la cultura, el tiempo, hasta cambian de persona a persona. A principio de los 70 se populariza el “glam rock”. Los artistas como David Bowie, Elton John y bandas como Kiss, Sweet y Queen destacan como pioneros en este género. El glam rock se expresa a través de la iconografía, vestuarios y puesta en escena. Los artistas glam visten extravagantemente y a menudo dan una imagen andrógina. Hablemos entonces de lo desviado, deconstruyendo el drag.
En 1975 se estrena The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman). El personaje más reconocible de la película es claramente Frank-N-Furter, interpretado por Tim Curry. Frank se identifica como un “travesti de Transexual Transilvania”, y es un personaje absolutamente excéntrico. El drag de este personaje se asemeja más el drag popular de hoy en día, el que representa un rol andrógino o incluso un tercer género que supera el humano. Frank es masculino por su confianza, su carisma, su violencia – también es femenino por sus ropas, su maquillaje, sus bailes. Frank siente toda la gama posible de sentimientos durante la película, pasando por la felicidad, el deseo sexual, la tristeza, la ira, la locura y todas las etapas del duelo. Este filme abrió los ojos de todos los no-conformistas, viendo representado un personaje completo, con sus argumentos en contra y a favor, con sus imperfecciones, altibajos y todo lo que le convierte en una persona.
En los 80 tenemos algún paso adelante, otros atrás. Aunque contamos con algunas obras de arte de John Waters como Polyester (1981) o Hairspray (1988), algunas comedias utilizan aún el tropo de “hombre vestido de mujer” para que el espectador se ría de estas personas. Tootsie (Sydney Pollack, 1982) nos muestra un mensaje contrario al que pretendía dar: aunque intentaba que el público masculino se diera cuenta del maltrato a la mujer a través de un hombre, también reforzaba la creencia de que un “hombre disfrazado de mujer” siempre intentará ser un depredador sexual. O, por ejemplo, Victor/Victoria (Blake Edwards, 1982), aún siendo un remake de una película de los años treinta, tiene sus altibajos, como el completamente innecesario romance que está metido con calzador para que el concepto no parezca “tan gay”. En cuanto a excepcionalmente buenos reflejos de lo que es una drag queen tenemos la comedia dramática (o más bien drama cómico) Torch Song Trilogy (Paul Bogart, 1988). Esta es la representación más acertada de lo que es una drag queen que se puede ver además de las de la última década. La historia sigue a Arnold, un hombre gay que trabaja bajo el nombre artístico de Virginia Hamm, haciendo performances cada noche en un club junto a las demás artistas drag. Lo mejor de la película es que no contribuye a la confusión entre drag queen y mujer trans: Arnold es un hombre, se identifica como hombre y tiene una vida que no tiene que ver con su trabajo. El filme humaniza a todos los personajes, incluso a los antagonistas como los padres de Arnold, aunque no siempre apoyen las decisiones de su hijo.
Recordando las tres escenas principales drag, contamos con los concursos de belleza, las actuaciones en clubs y el ballroom. En 1990, Madonna saca su hit “Vogue”, acompañado de una performance en los premios MTV con un icónico baile con abanicos, movimientos de brazos simétricos y limpios, y mucha flexibilidad. Madonna se inspiró en el baile vogue que también dictó el nombre de la canción. Este baile se originó en la cultura gay negra de Nueva York, específicamente en los clubs formados por personas marginadas en pueblo bajos. El documental Paris Is Burning (Jennie Livingston, 1990) nos abre una ventana a este mundo del ballroom.
Mujeres trans, hombres gay, de color, latinas, pobres, gente repudiada y abandonada por su propia familia de sangre encontraba su lugar cuando tenían la oportunidad de participar en un ball. Los balls eran concursos con varias categorías, los concursantes elegían en qué categoría querían participar y mostraban el atuendo que habían compuesto. Las categorías podían variar desde disfraces a conjuntos formales o incluso ningún atuendo, sino más bien una muestra de un cuerpo bonito, ya sea semidesnudo o completamente al descubierto. En estos mismos balls se convocaban competiciones de baile, el baile de ballroom era el vogue. El nombre de este baile viene de la revista de moda “Vogue”, ya que los movimientos estaban inspirados en poses de revistas de moda. Esta cultura tiene su propio sistema y vocabulario, y se merece un ensayo aparte, pero en este se hablará la razón de existir de estas congregaciones. Era difícil para una persona queer conseguir trabajo, llegar al nivel de riqueza que le es deseado a cualquiera en la cultura estadounidense. Sin embargo, en los balls se requería la imaginación, fingir: si la categoría era Dynasty, sus ropas y sus movimientos reflejaban el lujo. De hecho, existían unas categorías llamadas realness, en las que se les pedía presentarse como personas hetero, personas de otro rango económico, personas con trabajo ejecutivo… Los trasfondos de estas intérpretes eran variados, pero tristemente muchos compartían el abandono de sus padres. La falta de aceptación les obligaba a buscar refugio en la gente que les comprendía, así se formaron estos clubs. A partir de estas conglomeraciones, se empezaron a dividir en “casas” o “familias”. La casa se indicaba a través de tu nombre artístico, que estaría siempre acompañado del apellido de tu familia. Las casas participaban en los concursos, y eran liderados por una “madre” o “matriarca”. Una de las casas más reconocidas fue la familia LaBeija, cuya fundadora, Crystal LaBeija, se ha mencionado ya por su aparición en el documental The Queen. Durante la grabación de Paris Is Burning, “madre” ahora era título de Pepper LaBeija, principal narradora del filme. Este documental dio a conocer esta cultura, lo que llevó consigo que se entendiera la “familia” como algo más que lazos de sangre. La cinta sigue siendo referenciada hoy en día por muchas drag queens, así que con suerte puede ver un episodio de Rupaul’s Drag Race sin una cita de Paris Is Burning.
Es 1993, no importa donde se pasee en Estados Unidos, solo hay un nombre en los labios de todos: Rupaul. Un don nadie que se paseaba en drag por las calles de Georgia de repente se vuelve una cara familiar para muchos con el éxito de su single “Supermodel (You Better Work)”. Rupaul aparece en muchos programas de entrevistas con su radiante carisma, y empieza el suyo propio, llamado The Rupaul Show. Su éxito es gigante y cualquiera diría que lo mejor sabe modelar es la fama. En 2008 comienza la producción de Rupaul’s Drag Race, un concurso reality, donde Ru es la jueza principal y la imagen del programa. Drag Race se convierte en un fenómeno global. Hoy en día la saga principal estadounidense cuenta con 17 temporadas y 9 temporadas spin-off. Muchos países han usado el formato: Reino Unido, Alemania, Australia, Francia, Tailandia, Canadá, y España entre otros. El drag se convierte en un movimiento innegable.
El auge del drag en los 90, no solo se dio por RuPaul. Muchas películas mainstream de esta época estuvieron protagonizadas por personajes drag queen. Por ejemplo, esa road trip protagonizada por tres actores de Hollywood famosísimos haciendo de drag queens cuyo título es larguísimo: A Wong Foo, ¡gracias por todo! Julie Newmar (Beeban Kidron, 1995). Si estabas pensando en Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (Stephan Elliott, 1994) también se dará por correcto. Ambas comedias tienen sus pros y sus contras en cuanto a la representación. El filme del ’95 nos vende una fantasía de que las drag queens siempre van en drag, es decir, disfrazadas para el show. Por otro lado, la jerga de las drag queens está casi perfectamente conseguida. El filme del ’94 consigue mostrar a los personajes y humanizarlos a través de sus extravagantes prendas, pero a la vez deshumaniza a ciertos personajes a través de la transfobia y el racismo. En España también tuvimos nuestra peli drag queen de los 90, Tacones Lejanos (1991) de Pedro Almodóvar. En esta década se visibiliza la opresión contra la comunidad, no solo de manera cómica, relajada y a veces sutil, sino también en filmes dramáticos. Por ejemplo, Flawless (Joel Schumacher, 1999) nos cuenta la historia de un expolicía homófobo que comienza clases de canto con su vecina, una mujer trans que actúa en drag y cuenta con su propia familia de drag queens jóvenes, tutorizadas por ella. No es una cinta “sin defectos” pero tiene un bonito mensaje sobre la aceptación y la valentía para no rendirse a pesar de las dificultades. La película toma puntos muy interesantes que se merecen más protagonismo, como la existencia del grupo de “gays republicanos” en Estados Unidos. Los 90 demostraron madurez en cuanto al tema “versatilidad de género”. En la película Orlando (Sally Potter, 1992), Tilda Swinton toma el papel de un hombre —Orlando— y Quentin Crisp el de una mujer —la reina Isabel I—. Esta técnica se llama cross-casting. Se originó en el teatro, y podemos ver cómo se dio en la película Shakespeare In Love (John Madden, 1998) que tristemente ganó el Oscar a mejor película de su año.
Gracias a la creciente popularidad del ya mencionado concurso Rupaul’s Drag Race, el drag ha llegado a cada esquina del mundo. Tan solo en el mismo año 2023 contamos con tres grandes producciones cuyos protagonistas son drag queens. En las tres películas vemos tres maneras diferentes en las que aprovechar el drag como un motor para la trama. En Femme (Sam H. Freeman, Ng Choon Ping) conocemos a Jules, una artista a la cual un grupo homófobo la apaliza en la calle cuando la encuentran vestida de drag. Él toma la justicia por su mano y decide vengarse de su agresor cuando lo encuentra en una sauna gay y se acuesta con él. El agresor no reconoce a Jules fuera de drag. En esta película vemos el drag como una manera de expresarse libremente, y esta libertad la pierde Jules al dejar de hacer drag por el miedo a que se repita el delito de odio. Entonces, empieza a utilizar a su “yo” fuera de drag como una máscara, que usará para desenmascarar al agresor como una persona con homofobia internalizada. En el caso de Dogman (Luc Besson), Douglas consigue su apoyo económico a través de un arte que no conoce límites, dejándole actuar a pesar de su discapacidad. Y, en Te estoy amando locamente (Alejandro Marín), el personaje principial se ve involucrado en la lucha por los derechos de las personas de la comunidad LGBT+ en España cuando comienza a vestirse de drag en un club nocturno. En esta película el drag es un reflejo de “romper el cascarón”, pues Miguel, el personaje principal, puede ser él mismo a través de su personaje.
Me gustaría tomar una parte de este ensayo para añadir una nota personal. Me empecé a obsesionar con el mundo drag hace ya ocho años, cuando descubrí una actuación de la temporada 8 de Rupaul’s Drag Race en Youtube. Naturalmente, empecé a verme todos los episodios. Me sabía el nombre de cada drag queen en orden de eliminación de todas las temporadas. En 2019, salió la versión de Reino Unido, que me enganchó más que ninguna otra. De esa primera temporada salieron algunas de mis reinas favoritas: Scaredy Kat (ahora conocida como Ally Cubb), Blu Hydrangea y, la ganadora, The Vivienne. Esta drag queen era una imitadora impecable, buena cantante, presentaba atuendos hermosos y tenía un humor perfecto. En 2022 participó de nuevo, en una temporada “All Stars” (donde traen de vuelta a anteriores concursantes) versión especial, siendo todas las participantes previamente ganadoras. Esta vez brilló aún más, si cabía. Ahora escribo este ensayo, llevo días escribiendo y mientras trabajo, el mundo sigue. Hoy, 6 de enero de 2025, The Vivienne ha fallecido. Mi corazón se ha partido esta mañana al leer la noticia. Después de ver tantas películas sobre el tema, la pérdida de una luz en el mundo como lo que daba The Vivienne puede hacerme recapacitar si merecía la pena sentir tanto por estas artistas. Pero solo duró un segundo ese sentimiento. Sí merecía la pena conocer a estas artistas, Sahara Davenport, Chi Chi Devayne, Cherry Valentine, The Vivienne… Ningún dolor puede borrar la inspiración que han dado al mundo, cómo han hecho reír, cómo han sorprendido con sus actuaciones, cómo han mostrado su arte.
“Nacemos desnudas y el resto es drag”, explica RuPaul. Como humanos hemos encontrado refugio, comunidad, felicidad en mostrarnos cómo queramos y en no tomarnos muy en serio los roles que nos imponen. El drag no es una moda del momento, ha estado, está y estará con nosotros durante la historia de la humanidad, y si vienen alienígenas que aún no lo han descubierto haremos lo posible para que también se pinten los labios y se pongan grandes pelucas.
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