Aunque el gilipollas se vista de seda, gilipollas se queda

  Hay profesiones que tienen muy mala fama: los políticos, banqueros, abogados, etc. Es comprensible que no se vean con muy buenos ojos estos empleos, ya que suelen ir muy de la mano de conceptos como la deshonradez y el engaño. Lo que es raro es que los publicistas no carguen con este mismo estigma, dedicándose de forma directa a mentirnos a la cara. Supongo que la razón por la que no comparten este odio se debe a que hacen demasiado bien su trabajo. No solo saben vender sus productos, también saben venderse bien a ellos mismos. J. Kramer (Ernesto Sevilla, 2013) es  un corto que habla justamente de esto mismo, vendedores que se saben vender.

    El principio del corto es brutal. Este toma evidentes inspiraciones de las películas de acción estilo Misión Imposible (1996), presentándonos a J. Kramer al igual que a los héroes típicos del género: valiente, fuerte y lleno de determinación. A parte de la intro, para mantener esta fachada de cine de acción el corto usa varios recursos característicos del género, tales como la fuente usada para los textos y el indicar la hora a la que ocurren los hechos del corto.

Aunque en verdad el corto —pese a que se presente como talno es de acción. Más bien es una comedia romántica en la que el diálogo y la interacción entre los dos personajes principales —J. Kramer y Marisa— son la clave. Si no fuera por el inicio y ese final hasta se podría comparar con una cinta de Woody Allen. De hecho, lo mejor del corto bajo mi punto de vista es el personaje de J. Kramer, un publicista que sabe actuar como un James Bond de Hacendado, pero que en verdad es un gilipollas. Este es un personajazo, diría que gran parte de esto es por el carisma que le da Ernesto Sevilla, pero también se debe a la multitud de detalles que tiene para caracterizarlo mejor. Además, me gusta que J. Kramer es un personaje con cierta profundidad que le suma valor de revisionado al corto, ya que si lo ves una segunda vez puedes verle con otros ojos que hace que cambie tu perspectiva de los hechos.


Ahora bien, la verdadera gracia del corto se encuentra en el final, el cual es impactante, gracioso y cierra de forma magistral haciendo un paralelismo con el comienzo de este. La primera vez que lo vi no pude evitar soltar una carcajada. Ver cómo todo lo ocurrido era una ilusión, una que además parece orquestada por el propio J. Kramer para hacerse ver mejor a los ojos de Marisa y el espectador, me encantó. Es brillante el cómo juega Ernesto Sevilla con las expectativas del público, no solo para hacer comedia, sino también para hacer llegar mejor el mensaje que intenta transmitir: ten cuidado, porque en el mundo hay muchos cabrones disfrazados de corderos.


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