Irish Manhattan

  Yo no soy muy fan de las secuelas, a menudo siento que estas son consecuencias de tratar de estirar demasiado el chicle, o que no entienden el material base, o le quitan la gracia a la primera, por ejemplo: una de mis series favoritas es la primera temporada de The End of the Fucking World (Jonathan Entwistle y Charles S. Forsman, 2017), una historia maravillosa sobre dos adolescentes inadaptados que viajan juntos huyendo de su antigua realidad al estilo de una clásica road movie. Ahora bien, una de las partes más icónicas de esta era su final, ya que es perfecto en absolutamente todo, además que es de los pocos finales abiertos que de verdad lo hacen bien y dan pie a una interpretación personal satisfactoria. Lamentablemente siento que la segunda temporada de la serie mata un poco el cierre que le dieron a la anterior, además de que pese a no ser mala, siento que repite varios puntos de la primera restándole impacto no solo a esta nueva aventura, sino también a la anterior. Evidentemente si una película está pensada para continuarse  no tengo ninguna queja —como es el caso de la trilogía de El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003)—, en cambio, si intentan sacar más provecho de una obra que está ya cerrada y que no necesita nada más, me saca de quicio. Obviamente hay anomalías como El Gato con Botas: el último deseo (Joel Crawford, 2022) que acaban superando a la cinta original, o que al menos logran replicar la magia de la primera —como lo hace Kung Fu Panda 2 (Jennifer Yuh Nelson, 2011)—.


Y dicho todo esto, es curioso el cómo hace poco he visto una secuela que me ha gustado, además una que gran parte del público considera mala e innecesaria. En esta entrada voy a hacerle justicia a Kingsman: The Golden Circle (Matthew Vaughn, 2017) explicando el porqué creo que es una secuela digna de la original. 


Antes de nada veo necesario responder una pregunta: ¿qué hace especial a la primera Kingsman? Hay varias razones por la que esta se volvió un clásico del cine moderno, pero para mí las tres más importantes serían las siguientes: la acción exagerada, el villano interesante y la parodia al género de espías.



Lo primero es obvio. Ya se ha hablado demasiado sobre la escena de la iglesia, y normal, nadie me llevaría la contraria si digo que es una de las mejores escenas de acción de la historia, porque todo en esta es genial, desde lo caótica que es por la cantidad de gente que se está partiendo la madre, lo bien coreografiada que está, el cómo siempre Galahad usa diferentes métodos y objetos del escenario para golpear —muy al estilo de Jackie Chan—, los movimientos tan raros que hace la cámara, la preparación de la escena —el cómo poco a poco van subiendo la tensión hasta que empiezan las hostias es brutal—, el ver cómo reaccionan los personajes de fuera de la acción también aporta mucho, Free Bird… Hay demasiado que comentar sobre esta escena y el resto de las de Kingsman, ya que todas tienen algo que las hace diferenciarse del resto. Es difícil de explicar, pero ves una coreografía de acción de Kingsman y sabes que es de Kingsman, y cuando veo la pelea del coche o la de la base de Poppy en Kingsman: The Golden Circle reconozco al instante el estilo Kingsman. De hecho me atrevería a decir de que a pesar de que no están tan refinadas como la de la iglesia, veo mejoras en las coreografías de peleas de uno contra uno y en el uso de los gadgets, además que me gusta el cómo son más exageradas y ridículas en la secuela, lo hace todo mucho más goofy.



De hecho, que sea más exagerada creo que hace que se note más ese ambiente de broma, ya que, como ya dije antes, Kingsman es una parodia, por ende ha de ser ridícula, y esta lo es, y no es una deconstrucción tan buena de las cintas originales de James Bond como la original, pues esa hace un buen estudio del género, pero de todos modos conoce los tropos de las películas a las cuales hace homenaje y se burla de ellos con cabeza. Solo hay que ver a la villana Poppy, que no solo tiene una base malvada en una isla del pacífico si no que además de comportarse de una forma muy sádica y exagerada tiene dos perros robot. Es tremenda.


Ya entrando en los villanos de Kingsman, lo que me gusta de estos es la forma en la que presentan un problema o idea nociva de nuestra sociedad. En la primera Kingsman, el personaje de Samuel L. Jackson sirve para dar inicio a una conversación sobre el clasismo muy interesante, es decir, literalmente su plan malvado era matar a los pobres y dejar vivos a los ricos ya que, según él, así el mundo será mejor —básicamente, creía en una teoría similar al malthusianismo pero más clasista si cabe—. Ya en la segunda tenemos a Poppy, que mínimo logra ser más icónica que el primer villano, y como prueba de esto tenemos el hecho de que recuerdo su nombre, aunque sí que es verdad que el problema que presenta no es tan bueno, pero no por ello menos interesante: lo que quiere Poppy es legalizar el tráfico de drogas para que así los beneficios que consigue del narcotráfico sean mayores. Su plan para lograr esto consiste en infectar a todos los que consumen sus narcóticos con un virus que en menos de un día los matará a todos. Si el presidente de los Estados Unidos hace caso a sus demandas ella repartirá el antídoto por todo el mundo. Dejando de lado lo estúpido que es el plan —de verdad, con que te pares a pensarlo un poco te das cuenta del cómo se cae por todos lados—, todo lo que presenta la película sobre el tema de las drogas y el narcotráfico es… Bastante simple, no hay ningún punto interesante en esto, en cambio, mola lo que hay detrás de todo esto, el cómo las figuras de poder se cogen a ideologías que no creen solo para ganar más o mantenerse en el poder, Poppy no cree en nada de los supuestos beneficios de legalizar las drogas, y el presidente se niega a salvar a millones de personas solo porque lo más importante de su campaña era la lucha en contra de las drogas y perdería la credibilidad del pueblo junto a su puesto privilegiado. Este tema de la hipocresía de los líderes creo que sí lo lleva muy bien, de hecho, más tarde sería aún más explorado en la precuela The King's Man (Matthew Vaughn, 2021).



Hay una cuarta clave sorpresa que me estaba guardando para el final, una que creo que es la más importante de todas: los personajes. Todos los que conforman el bando de los “buenos” en Kingsman siempre son personajes maravillosos, no porque sean súper complejos, si acaso todo lo contrario, pero son muy icónicos, siempre tienen algo característico que hace que destaquen, además de que entre ellos hay un buen rollo y un cariño que se te contagia, provocando que sientas hacia ellos ese mismo afecto y lealtad que expresan por sus compañeros en el filme. Los nuevos y viejos personajes de The Golden Circle mantienen ese compañerismo y lealtad tan increíble, y gracias a este cariño que permanece en la cinta algunos momentos de la película se sienten más cercanos y dolorosos que en la anterior.



The Golden Circle no es tan buena como la primera por varios motivos: el guion mucho más flojo, no hace nada que no se haya visto antes —al contrario de lo que hizo la primera—, el injusto tratamiento de algunos personajes, ninguna escena que llegue a ser tan memorable como las de la anterior, un par de escenas que pueden resultar desagradables… Pero, me ha gustado, ya que sigue siendo Kingsman, una película de acción ideal para pasar un muy buen rato, además mantiene todo lo que me gusta de la primera y lo expande, dándome más sin quitarme nada.


Para acabar, voy a recomendaros un cóctel especial para esta película: el Irish Manhattan, uno el cual no solo representa a la perfección la unión entre los Statesman y los Kingsman, sino que utiliza el whiskey escocés tan importante dentro del filme.


Receta:


  • 1 1/2 oz de whiskey escocés

  • 3/4 oz de vermut dulce

  • 2 dashes bitters

  • Cereza al marrasquino, para decorar

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